La resistencia campesina de Cajibío frente al monocultivo y el despojo de la multinacional Smurfit Kappa
En las montañas verdes del municipio de Cajibío, en el departamento del Cauca, un antiguo conflicto resuena entre el eco de las hachas y el susurro de los árboles caídos. La tierra que alguna vez alimentó a las comunidades campesinas e indígenas de la región se ha transformado en un escenario de disputa, de cara al monocultivo de pino y eucalipto impuesto por Smurfit Westrock, la fusión de las dos empresas transnacionales Smurfit Kappa (Irlanda) y Westrock (Estados Unidos).
Por Camilo Gómez
21 de Febrero del 2025
VALLE DEL CAUCA – En más de 40 años de presencia en el territorio, la multinacional irlandesa Smurfit Kappa ha extendido su dominio sobre más de 2.700 hectáreas de tierra y otras 1300 hectáreas en arriendo, cuando en Cajibio una UAF (Unidad Agricola Familiar), tiene en promedio de 3 a 6 hectáreas, según el Acuerdo 167 del 2021 que las regula. Su mayor impacto ha sido reemplazar la biodiversidad local por monocultivos de pino y eucalipto, dos especies que, bajo la apariencia de desarrollo, esconden la destrucción del ecosistema y la devastación de la vida campesina.
La historia de Smurfit Kappa en Colombia es una crónica de despojo y explotación. Desde la década de los 80, esta multinacional ha configurado una red de influencias políticas y económicas que le han permitido no solo apoderarse de las tierras más fértiles, sino también de manipular las leyes a su favor. En Cajibío, las concesiones y los contratos de alquiler han desplazado durante años a las comunidades, además de alterar el curso natural de los ríos, secar los nacimientos de agua y empobrecer los suelos. Es una estrategia calculada que responde a las necesidades de un capitalismo voraz que, bajo la máscara de la modernidad, perpetúa las formas más brutales de acumulación por desposesión.
El impacto ambiental es devastador. Los bosques nativos han sido arrasados, y la fauna local ha sido desplazada. El pino y el eucalipto, con su rápido crecimiento y alto rendimiento económico, son cultivos que no sólo empobrecen la tierra, sino que también alteran el ciclo hídrico, generando un impacto irreversible para el ecosistema. Pero la devastación no termina ahí. La presencia de Smurfit Kappa en Cajibío ha traído consigo la precarización laboral, donde los trabajadores, contratados por temporadas cortas, son explotados en condiciones que bordean la esclavitud moderna.
Por otra parte, la multinacional, ha empleado estrategias para dividir a las familias vecinas de Cajibío, al punto de enfrentarlas entre sí. Recientemente varios campesinos recuperadores del territorio, adscritos al Coordinador Nacional Agrario (CNA), han denunciado que desde hace más de seis meses han sufrido agresiones físicas y señalamientos por parte de la Asociación de Trabajadores del Campesino en Cajibio (ATCC), adscritos a la Unidad Popular del Suroccidente Colombiano (PUPSOC). Los últimos hostigamientos fueron registrados el 3 y 4 de enero del 2025. Estas acciones, además de generar un clima de inseguridad, desconocen la necesidad de aunar esfuerzos populares para combatir a la verdadera amenaza: Smurfit Westrock.
Familias Agrarias Campesinas del Cauca se movilizan en los territorios recuperados de Cajibio durante la caravana humanitaria de REDHER en el 2024. © Camilo Gómez
Sin embargo, la historia de Cajibío no es solo una historia de despojo, es también una historia de resistencia. Desde el 2021, las comunidades campesinas e indígenas han iniciado un proceso de recuperación del territorio, retomando lo que por derecho les pertenece. Este movimiento, liderado por el Coordinador Nacional Agrario (CNA) y apoyado por los pueblos indígenas Misak y Nasa, no solo busca la recuperación de las tierras privatizadas, sino también la regeneración del tejido social y la revitalización del suelo. Las primeras siembras, aunque pobres en cosecha debido a la degradación histórica del terreno, son un acto de esperanza y un paso hacia la recuperación de la autonomía alimentaria, la reconstrucción de la vida comunitaria y el tejido social.
Pero la resistencia no ha sido fácil. La sombra del conflicto armado se cierne sobre Cajibío, y la respuesta de Smurfit Kappa ha sido, como en otros tiempos, la intimidación y la violencia. Las amenazas, los atentados y las persecuciones políticas son el precio que han tenido que pagar los líderes comunitarios de estos territorios por defender su tierra.
Los vínculos entre la transnacional y los grupos armados, tanto paramilitares como disidentes de las FARC, son un recordatorio de que, en Colombia, el poder económico y la violencia están íntimamente ligados.
Este conflicto, como tantos otros en nuestro país, no es solo por la tierra. Es una lucha por la dignidad, por la supervivencia, por la vida misma. Las comunidades de Cajibío, con su resistencia, nos recuerdan que la tierra no es solo un recurso a explotar, sino el hogar que sostiene nuestras vidas. Y es en esa tierra, en su recuperación, donde se juega el futuro de estas comunidades y al final de cuentas, de toda Colombia.
Un Territorio Campesino Agro-Alimentario fue declarado en las tierras recuperadas. © Camilo Gómez
Smurfit Kappa, con su historial de explotación y destrucción, representa el rostro más cruel del capitalismo global. Pero las comunidades de Cajibío con su lucha incansable, nos muestran que otro futuro es posible. Un futuro donde la tierra vuelva a ser de quienes la trabajan, donde los ríos corran libres, y donde la vida, en todas sus formas, sea respetada y protegida.
La acción del Estado se ha limitado a la formalización y a la adjudicación de la tierra, ignorando la realidad rural en cuanto a la concentración y la distribución de la tierra en el país. Es hora de que el Estado y el gobierno colombiano dejen de ser cómplices de estas empresas transnacionales y tomen medidas efectivas contra la vulneración de derechos, con miras a una reforma agraria que garantice un mejor uso y distribución de la propiedad privada. Solo así será posible dinamizar de una manera más activa y equitativa la economía y autonomía de las regiones.
La recuperación de la tierra en Cajibío no es solo una cuestión de justicia social, es una necesidad urgente para la supervivencia de estas comunidades y del medio ambiente. El desmantelamiento del paramilitarismo y la implementación de políticas que verdaderamente protejan los derechos de los campesinos e indígenas, son pasos indispensables para avanzar hacia una paz duradera y una Colombia más justa.
En Cajibío, la lucha continúa. Y es una lucha que nos concierne a todas y todos.
Por Camilo Gómez
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