Territorio Campesinos Agro-Alimentarios: La apuesta campesina por la soberanía y el gobierno propio

Los Territorios Campesinos Agroalimentarios (TECAM), son una figura de ordenamiento territorial y gobierno propio campesino que busca reconocer y proteger las formas de vida, producción y organización de las comunidades campesinas. Surgen como una propuesta para garantizar la soberanía alimentaria, la permanencia en el territorio y el acceso a derechos fundamentales en contextos rurales, en respuesta a las históricas desigualdades, la concentración de la tierra y el impacto de la violencia.

Por Juan Sebastian Reyes

20 de Marzo del 2025

Colombia – Los Territorios Campesinos Agroalimentarios (TECAM) son una figura de gobernanza campesina fruto del movimiento histórico de las luchas agrarias, de las colonias agrícolas, de la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (ANUC), y a las luchas actuales del Coordinador Nacional Agrario (CNA) y, Congreso De Los Pueblos (CDP). Si bien es cierto que esta figura nace desde la soberanía campesina como una apuesta por articular sus demandas con el marco jurídico e institucional – estando incluso por encima de este –, en los últimos años se ha convertido en un pilar fundamental para la ejecución de las políticas agrarias del gobierno Petro. Los TECAM cumplen un papel sustancioso en los ejercicios de formalización y redistribución de la tierra, así como en las políticas de producción agroalimentaria, es decir, su existencia armoniza tanto como con la política de Reforma Agraria Integral y Popular, como con los intentos de desarrollo productivo del campo colombiano. Con la reciente ola constitutiva de los TECAM en varías regiones del país, como el Sur de Bolívar, Casanare, Cesar, entre otros, es menester plantear algunas reflexiones sobre su peso político, económico, social e histórico.

Un Territorio Campesino Agro-Alimentario fue declarado en las tierras recuperadas a la Smurfit Westrock, Cauca. © Juan Santoyo

Los TECAM y el Plan de Vida Digna frente al estado actual de las cosas.

El ejercicio de la violencia en Colombia, como partera del estado actual de las cosas, tuvo implicaciones económicas, demográficas y políticas importante para el campesinado. Entre las más significativas está, por supuesto, la política de vaciamiento del campo como liberación geoestratégica de territorios para disponerlos al servicio del capital. Como asegura el profesor Darío Fajardo (2004), o Dejusticia (2022), el conflicto armado en Colombia es una guerra declarada contra el campesinado. Como consecuencia del desplazamiento forzado, por ejemplo, se estima que el volumen de tierras abandonadas de manera violenta asciende a 8 millones de hectáreas (González Posso, 2011). De la misma manera, el Coeficiente Gini para 2023 – índice que mide la concentración de la tierra – es del 0.89 (IGAC, 2023). Panorama que no es diferente a los resultados del último Censo Nacional Agropecuario (2014) que devela que, el 0,2% de la población tiene más del 73% de la tierra. La literatura académica que ha estudiado estos efectos ha determinado que, en definitiva, responden a: i) políticas de Estado anticampesinistas; ii) la promoción de una estructura económica que domina el país desde la apertura de mercados en los 90: el neoliberalismo. Es bajo el peso de estas contradicciones del capital que se circunscribe la existencia de los Territorio Campesinos Agroalimentarios y donde el Plan de Vida Digna (PDVD) representan una oportunidad de reforma del orden existente de las cosas.

Los TECAM, como ejercicio de gobierno propio campesino, tienen la capacidad de disputarse – por ahora someramente, pero con buen horizonte – la estructura de la propiedad agraria en ciertos municipios, incidiendo así sobre el modo en el que se produce, para qué se produce, con quién se produce y, cómo se distribuye lo que se produce. Aunque el recaudo histórico de las políticas agrarias institucionales no supera el torpe conservadurismo de los últimos años, como el mercado de tierras o la garantía del capital para la acumulación, los TECAM abren un camino hacía la producción colectiva, la gestión popular y la cooperación, convirtiendo en autosostenible el propio ejercicio de la organización campesina. Por supuesto, esto presupone un desarrollo del modo de producción campesino que aún no es lo suficientemente elevado, pero, como diría el poeta Antonio Machado; caminante no hay camino, se hace camino al andar.

Jóven miembro de la Guardia Interétnica Campesina y Popular en el Territorio Campesino de San José Obrero, Arauca. © Lucas Taffin

El retorno a la tierra y el relevo generacional.

Hacer de la producción campesina agroalimentaria un ejercicio económicamente rentable, y, fundamentalmente, ecológicamente sostenible, es caldo de cultivo para la solución de dos de los problemas más significativos que enfrentan los TECAM: el retorno a la tierra y el relevo generacional, ambas ligadas en parte a, la construcción sociocultural del neoliberalismo sobre lo que significa ser campesino. Desde de la década de 1960 (DANE, 2021) la estructura demográfica del país ha tomado un rumbo progresivamente acentuado: la urbanización, y, por consiguiente, la disminución cada vez más grande de la población campesina. Esta disminución, impulsada indudablemente por el capital, configura toda una amalgama de condiciones materiales que plantean serios problemas a la organización campesina. Por supuesto, la tierra pierde toda su función social y económica si no hay quien la produzca, y, el modo de producción campesino va a tender a desaparecer, o, por lo menos, a reducirse tanto como al capital le sea beneficioso, si no puede ser socialmente reproducible. De manera oportuna, el Plan de Vida Digna tiene la capacidad de incidir, aun superficialmente, en estos problemas. Sin embargo, el peso más grande recae en el complejo sistema de la organización campesina, y en su capacidad, o no, de integrarse colectivamente como un sujeto político de derechos y en constituirse como una clase para sí. Es decir, la altura del deber histórico implica con ímpetu la integración de diferentes organizaciones campesinas, la construcción de grandes encadenamientos de producción agroalimentaria capaces de disputarse partes de estructura económica actual, y, el fortalecimiento de su poder político y social.

Hija y padre ordeñan una vaca en el Territorio Campesino de San José Obrero, Arauca. © Lucas Taffin

Toda política depende de su correlación de fuerzas.

Son precisamente estos fortalecimientos antes mencionados los que nos llevan al último punto de reflexión; la correlación de fuerzas. Aunque algunos funcionarios públicos o personajes importantes de la política campesina nacional lo quieran negar, no existe en la faz de la tierra política institucional que pueda mantenerse sin el respaldo de la organización y la lucha popular de las comunidades. El ejercicio de la política engendra un germen que se reproduce constantemente: el ímpetu de las voluntades individuales: la política burguesa. Las voluntades políticas desaparecen o se reproducen con cada etapa presidencial, lo que pone a la organización campesina en la tarea de deshacerse de cualquier dependencia sobre la política electoral y estar siempre redireccionando su praxis hacia el fortalecimiento de sus bases. No debe olvidar que, históricamente, la instrumentalización y absorción de las políticas de gobierno propio campesino, termina teniendo el efecto de desmovilizar su organización y mermar su poder político. Sin embargo, no se debe desestimar la burocracia y la política institucional como lugares en disputa que ofrecen oportunidades para su fortalecimiento. La lucha de los TECAM, que, por supuesto, también es una lucha de clases, debe estar por debajo y por encima de lo que es una política institucional. Su éxito siempre dependerá de la condición de la clase campesina organizada.

Por Juan Sebastian Reyes

Mujer Wayuú con un parque eólico atrás en la Guajira.

Mientras avanza una crisis ambiental global que amenaza con la multiplicación de los conflictos sociales, la disputa por el acaparamiento, uso y aprovechamiento de los bienes comunes tales como el agua, resulta mediada por las lógicas del mercado y de las armas. De esta manera, la carrera por controlar las fuentes energéticas convencionales…

En las montañas del municipio de Cajibío, en el departamento del Cauca, un antiguo conflicto resuena entre el eco de las hachas y el susurro de los árboles caídos. La tierra que alguna vez alimentó a las comunidades campesinas e indígenas de la región se ha transformado en un escenario de disputa…

Escrito por Samanta Quintero ; Yhaira Rincon ; Lucas Taffin y Juan Santoyo

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Al otro lado del charco, ya se escuchan lamentos como el de Olivier, agricultor francés que, junto con su esposa se preguntan cómo van a hacer para regar sus cultivos este verano, frente al pronóstico de escasez generalizada de agua en su región…